6.3.11

POETISAS DE TOMARES: MARÍA FUERTES

LA MASCARETA

Me gustaba la Mascareta. Parecía una pequeña aldea con pocas casas, había entre ellas una separación que las hacían parecer que estaban regadas y al margen de las demás casas del pueblo.
Antes de entrar en la Mascareta y a la izquierda, la vista topaba con el verdor intenso de la huerta, la de la finca El Carmen. Esta huerta estaba perfumada de azahar y se engalanaba de naranjas. Junto a ella como si el sol hubiese bajado a la tierra, ¡estaba la era! cubierta de trigo color miel y canela. A la derecha, otra huerta, la del Quinito, sembrada de ricas hortalizas y junto a ella como un centinela, un pilón con un pedestal y sobre él, un chorro de agua continuo, donde bebían los toros bravos, que venían por la vereda y envueltos en una nube de polvo, entraban por la parte alta de la Mascareta hacia la Maestranza.

A los niños nos gustaba jugar en el pilón, palmear con las manos hasta notar las ropas empapadas. El pilón estaba encalado y el fondo estaba cubierto de una alfombra de verdina resbalosa ¡ tan verde!, con burbujitas blancas y transparentes, que a mí me gustaba estrujar con los dedos.

En la Mascareta había un camino donde la naturaleza desparramaba belleza. A un lado del camino, una gavia profunda por donde corría el alpechín del almacén de aceitunas y se cubría de cañas y zarzas. Al otro lado una tierra fecunda pariendo frutos. De niña yo veía estas cosechas gigantescas: de alcaucil, coliflor, col, brócoles de hojas moradas y caídas como un sufrimiento…

Al terminar el camino estaba el pueblo y, frente a la Hacienda Santa Ana, hoy Ayuntamiento, se encontraba otra fuente con sonido a cascada. Su agua juguetona y bullanguera se plasmó en los libros de historia. En la hermosa fuente, saciaban la sed los caminantes; y las niñas, en las tardes de verano, limpias y claras, con los búcaros en las manos, íbamos a la fuente a por agua y nos sentábamos en el banco de ladrillos que la rodeaban. Reíamos, jugábamos, contábamos cuentos y, a veces, las risas se convertían en llanto, porque se nos partía el búcaro.
Saliendo de la Mascareta, por la parte alta, estaban de lado a lado de una vereda unas tierras muy fértiles, pero un poco deformes, con altibajos y llanos. A la derecha un olivar, la finca Casa blanca, las Cañadas Morales, los matos familiares y la huerta del Zaudín. A la izquierda, otras fincas, el Cojillo, Cañada Cartuja, Cepa alta. Las cañadas eran acariciadas por las aguas cristalinas de un arroyo. En el centro de esta naturaleza tan generosa, como si la tierra estuviera preñada, se alzaba un montículo de tierra color ocre. En sus entrañas estaban las cuevas habitadas por gente humilde; entre ellas, dos mujeres, una se llamaba Ramona y la otra Carmen, aunque la llamaban “ la Gata”. Las recuerdo como personajes de leyenda.
Muy a menudo se embriagaban, pedían limosna y, a veces, cuando se encontraban frente a frente, tenían una reyerta. Estas dos mujeres tenían mucho en común, las dos llevaban un atadijo sucio y desteñido. Ramona lo llevaba echado a la espalda y con el peso del atadijo y la embriaguez, caminaba de una manera que ponía congojas en la garganta; parecía caer hacía delante.
Carmen, “la Gata” llevaba el atadijo en el brazo. Su caminar era como el contoneo de una planta pesada, de esas que crecen en el recodo de un camino y es mecida por los vientos.


A GLORIA FUERTES

Era como una niña grande,
un personaje más en sus cuentos
y poesías para todos los días.
Gordita, la cara como un cero,
era todo un cielo,
como la “O" era todo corazón
y tenía flequillos como los chiquillos.
Su voz pasiva y constante
como las de antes
de ideas pacifistas y claras,
en sus relato los relata.
Gloria está con todos
en la biblioteca, en los libros,
En los corazones, en los niños,
con María Sarmiento,
el hombre de la nieve, don Gui, gui,
con Dorotea, en la azotea
con la abuela hada,
la panda de pillo,
con la sirena en la escuela
y con el niño Somalí.
Gloria nos ha dejado
regados con su perfume,
del que están hechos los sueños grandes.
Unas gotitas de verde esperanza
otras de la sencillez azul del cielo
y otras, rojas de sentimientos.

3 comentarios:

Miguel Angel dijo...

Me ha gustado mucho es muy bonito pero veo injusto que aya día de la mujer y no aya del hombre.

Anónimo dijo...

"In-pre-sionante" Me encanta, estas poesías son preciosas y muy ingeniosas

Faydoul dijo...

Esta poesía me llega el corazón. Mis sentimientos se llenan de energía al leer estos poemas.